Google

Wednesday, April 19, 2006

La ruta de la chela

Quizás 20 es un número importante. Por ende quisé dedicar este espacio al reportaje que más me gustó de los que hice en el pasquín "La Nación Domingo". Ya verán porqué. Con título, bajada, epígrafe, cuñas y demases; también están los créditos correspondientes; para quienes lo quieran volver a leer y para quienes no lo leyeron. Way Roth recorriendo el carrete universitario


Cerveceología, el ramo que la lleva en marzo
La ruta de la chela


Unos 30 mil estudiantes volvieron al barrio República. Cinco mil son clientes frecuentes de los bares cerveceros. Muchos restaurantes se reconvirtieron a la religión de la birra y se forran en plata. El futuro de Chile se debate entre la sala y la cantina. Marchando otra de litro.

Por Carlos Aguilar Piñero

Fotos: Mario Ruiz


Volvieron los estudiantes, reaparecieron los mechoneos y la cerveceología sigue siendo la asignatura que da inicio al curso. Las cajas registradoras de los bares ubicados cerca de las casas de estudio suenan con el doble de frecuencia que en la temporada veraniega. Porque de los 30 mil estudiantes que según los dueños de locales circulan por el barrio República, unos cinco mil acuden frecuentemente a sus garitos en busca de la mítica chela o cerveza.

Tal como anuncian los carteles ubicados en la entrada de algunos bares, este mes dedican sus jornadas a dar la bienvenida a los mechones. Claro, como dice Francisco, estudiante de Física de la Chile: “Así empiezan muchos y luego terminan yendo más a tomar que a clases”. Otros, con esfuerzo, logran sacar la carrera y llevarse mil anécdotas de su vida estudiantil. Cerveza, baile y sexo es la ruta del carrete universitario.


Son las cinco de la tarde del martes 14 de marzo y el ambiente en el Rapa Nui, ubicado en avenida España 91, está algo calmado. Son conocidas por el círculo universitario las parrandas que ahí se arman. “Ahora estoy cursando mi tercera carrera, las otras dos no las terminé. Pero ésta sí lo haré, ya aprendí a equilibrar el carrete y el estudio”, comenta uno de los clientes mientras es revisado por los guardias en la entrada del local.


AMOR A PRIMERA CHELA

Adentro, el ambiente está formado por pequeños grupos al son de chelas y reggaeton. Son unas 100 personas. Alex Araya, encargado de seguridad interna, asegura: “Como a las siete esto se arma por completo”. Al completo quiere decir unas 600 personas. En medio del sandungueo, entre bailes y cerveza, hace casi tres años, Esteban y Sofía se conocieron acá. Él, egresado de Gastronomía del Instituto Diego Portales; ella, de Psicopedagogía de la Andrés Bello. Hoy regresaron para recordar los buenos momentos que pasaron al inicio de su pololeo. “En el 2003, cuando nos conocimos, se vivía el mismo ambiente”, dice Esteban.

El Rapa, como es denominado por sus fieles, es ya un clásico en el carrete estudiantil. En el 2001, este ex restaurant tomó el rumbo de la diversión juvenil y acertó. Y aunque muchos externos dicen que en el recinto el consumo de marihuana es frecuente, los dueños aseguran no tener piedad con los que son sorprendidos en actos ilegales: “De los pocos que hemos descubierto consumiendo drogas o peleando, todos fueron castigados, o sea no permitimos su ingreso por unos meses. Los clientes saben de estas normas y las acatan”, dice Araya.


LOS MECHONES


Según el último informe del Conace (Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes), el 74% de los estudiantes universitarios consume alcohol. Y aunque no es posible determinar cuántos de éstos lo hacen en bares, ni menos el año que cursan, los asiduos asistentes a pubs aseguran que son los mechones los que más acuden.

Confirmando esta tesis, un grupo de alumnos de primer año de Kinesiología de la Universidad Mayor festeja el ingreso a clases bebiendo chelas en el Rapa. Daniel, Carla, Diego y Jaime, sentados en el extremo de una hilera de mesas, dicen estar encantados con el lugar. Lo único que alegan es por los 1.400 pesos que cuesta una Becker de litro. Jaime es concluyente: “Si valiera luca me quedarían monedas pa’ fotocopias”.

Un poco más al oriente del barrio universitario, en las calles aledañas a República, es donde hay mayor concentración de bares estudiantiles. En Salvador Sanfuentes con Manuel Montt Torres hay dos. El Cerveza, un local estrecho y de dos pisos que tiene como promoción la Escudo a una luquita. Dentro, un par de clientes comentan que “a veces, cuando salta la liebre, nos llevamos unas minitas al motel del lado”.


Frente a este bar está el Makalú. Un poco más elegante, cuenta con una clientela que, según Pedro Quezada, administrador del local, “son de clase media alta o alta”, pues todos llegan en su propio auto. Con un estilo moderno, el bar es uno de los más exitosos, con una asistencia de 500 a 600 personas diarias, cuyo consumo equivale a un promedio de 2,5 chelas por cabeza. Según Quezada, “él que se instala acá con un negocio para estudiantes gana plata”.

Sumados a estos dos bares existen varias alternativas para que el universitario consuma la casi religiosa chela. En la misma Sanfuentes, el Club 40; a la vuelta de esta calle, en Echaurren, El Baricomio; en Abdón Cifuentes con Sazié, El Cubil; por esta misma calle, pero doblando en Vergara, están La Terraza y Las Leñas. Siempre en el ambiente característico, sólo “copete”, nada de drogas, aunque en los pasajes del sector siempre ande el flaco pidiendo “un papel”. El menú se limita a dosis de papas fritas y completos.

Más allá, en Sazié con Dieciocho está La K-baña, y en toda la esquina de esta última calle con la Alameda se impone con un ambiente particular la Discoteque 18. En éste se puede apreciar gente de niveles socioeconómicos medios, no tan perfilados al ABC1 como los clientes de los bares más cercanos al sector universitario.

Otra de las zonas que es frecuentada por los jóvenes estudiantes de la educación superior es el barrio Brasil, que cuenta con diversos lugares de esparcimiento y locura para esta fauna que recorre todo por saciar la sed en torno a una chelita.

Luego de las primeras cuadras al norte de la Alameda, dedicadas al comercio de accesorios y repuestos para automóviles, están los bares. Entre Moneda y Agustinas está el Cúbico, al lado el Snack Blondie. Ambos elegantes, con terrazas y en la onda Brit y New Wave, van dirigidos a un estudiante más alternativo. Al lado, enfocado en preparar al alumno para “todo” lo que significa estar en la universidad, está el Preuniversitario Pedro de Valdivia.

Más allá, entre Agustinas y Huérfanos, El Chucrut, un bar tradicional pero frecuentado también por estudiantes. Siguiendo en el estilo de los dos primeros están el My House y el Baires. Casi en la esquina, La Cafetera Rock, con ambiente más de cantina, con menor espacio, con música pesada de fondo pero con los mismos precios, rompe un poco el esquema. Más al norte, los más frecuentados son El Bajón, El Callejón y el 2007.

Camilo, estudiante de la UTEM y cliente del sector, comenta que en una ocasión, “junto a dos compañeras vinimos a tomarnos unas chelitas al Snack. Entre juego y juego, tomar y tomar le dije a las minas que nos fuéramos pa’ otro lado. Y así fue, caminamos hasta Cumming, bajamos hasta la estación de metro, y un poco más allá por cinco lucas pasamos cuatro horas en el motel Galaxia. Desde ahí que después de la U no dejo de venir pa’ acá”.

Otros “galanes” del carrete universitario cuentan sus peripecias en el Kalipso. Sin dar nombres ni dato alguno, aseguran que por siete luquitas, más de una vez se han llevado a una amiguita media “volá” a pasar unas horas de “amor” a ese motel, en Philippi 40, cerca del metro ULA.

Otros, más tajantes, aseguran que es típico que las parejas y algunos recién conocidos se vayan después de haberse mandado sus buenas chelas a terminar la tarde en un “recinto del amor”. Con más presupuesto que el de un estudiante promedio, un alumno de la Andrés Bello dice: “Yo fui varias veces con una mina que conocí acá al motel Sol y Luna, que queda en Echaurren. Claro, que cobraban 10 lucas”.


LA MEJOR PROMO


De avenida Brasil, por la Alameda hacia el oriente, se ubica el Estorbar y un poco más allá el Entrelatas, uno de los más clásicos bares universitarios. Con una decoración particular, es el más vanguardista de todos ellos. Tapizado de retratos de Jim Morrison, Bob Marley y Jesucristo, entre otros, también tiene paredes decoradas con latas, un par de androides y la promoción más espectacular de todas: 12 Escudo y 30 empanadas por 12.990 pesos, una ganga.

Cristián Lartiga, jefe de turno del pub, comenta que “el fuerte del público se da a partir de la una de la tarde”. A diferencia de los locales más cercanos a los centros de educación superior, el Entrelatas abre hasta las dos de la mañana de lunes a miércoles, y hasta las cuatro, jueves y viernes; con un promedio de asistencia de 1.500 estudiantes a la semana, que consumen unas tres chelas cada uno.


“Siempre que un universitario viene al bar y se pasa de chelas, pedimos que se retire. Nunca se violentan, pero te dicen: ‘Oye, qué te pasa. Yo soy hijo de...’. O bien te amenazan que te van a cagar con la pega”. Pero no son precisamente ellos quienes dan más problemas dentro del local, sino que los treintones que trabajan y pasan a tomarse unas chelas. Ahí jotean a las estudiantes que quedan. Se ponen espesos”, dice Lartiga.

Durante el verano, el sector se vio enfrascado en la tragedia. Jonathan Espinoza (17 años) fue atacado y golpeado hasta quedar inconsciente una noche cuando el bar ya estaba cerrado, pero Lartiga comenta que “los que abrieron al otro día se toparon con la sangre coagulada en la entrada”. A pesar de toda la cobertura que tuvo este hecho, la parranda diurna universitaria no se vio afectada.

Así es como se mueve el peregrino universitario al paso de la chela. Buscan el mejor ambiente, el mejor precio, la “picá”, tomarse sus buenos litros y, por qué no, en más de alguna ocasión cerrar la jornada con una buena tarde de amor al menor costo. Es el universitario chileno, es el futuro de Chile.